Sangre y Oscuridad. Las Cinco Espadas
En este blog hablaré de la saga de fantasía épica Sangre y Oscuridad.
martes, 20 de noviembre de 2018
martes, 28 de agosto de 2018
miércoles, 4 de julio de 2018
Capítulo 2.3 LA GUERRA EN EL NORTE
Malliourn y Darm continuaron
solos durante varios minutos, sin ver ni oír nada más que fuera sospechoso; lo
hicieron en silencio y alerta. Según iban avanzando la niebla se fue disipando
y el número de árboles empezó a disminuir. Pronto llegaron a un altozano donde
sólo había algunos arbustos. Entonces empezaron a oír un ruido de cascos de
caballos, chasquidos metálicos y de un montón de voces. Siguieron avanzando con
aún más cautela y se tumbaron en la fría nieve para avanzar reptando, hasta
que, poco después, sus ojos alcanzaron a ver un gigantesco claro con miles de
tiendas de campaña y muchos soldados desfilando en su interior. Era un
campamento imperial.
—Lo
hemos encontrado —dijo
Darm—.
Ya sabemos dónde están.
—Eso
parece, ni siquiera se han preocupado en construir empalizadas ni ningún tipo
de defensa. Se deben de sentir muy seguros. Vámonos antes de que nos vea
alguien —dijo
Malliourn mientras retrocedía—. Hay que informar a Harnas.
Pero fue demasiado tarde,
alguien les había visto desde una de las torres de vigilancia y había dado la
alarma. Rápidamente decenas de soldados comenzaron a salir del campamento en
busca de intrusos. Se dirigían hacia ellos.
‹‹Mierda.
¿Cómo nos han podido localizar tan rápido? —se preguntó Malliourn, sin creerse su mala
suerte—.
Es igual, tenemos que salir de aquí.››
—¡Muévete
o no lo contamos! —gritó Malliourn.
Los dos comenzaron a correr
por la nieve lo más rápidamente que podían, pero sus pasos eran lentos y
pesados. Si les perseguían con caballos no tardarían en atraparlos. Un grupo
les vio bajando la ladera y corrieron tras ellos con sus armas preparadas.
Estaban muy cerca. A pocos pasos de ellos, decenas de hombres les perseguían;
se les echaban encima. Malliourn iba un poco más retrasado que Darm, que era
más ágil y rápido. Malliourn los sentía a su espalda. Pronto se topó con un
enemigo a poco más de un paso de él, pero, con un hábil movimiento de su espada,
le dejó mal herido en el suelo al rajarle de lado a lado.
Continuaron corriendo hasta
llegar a un agotamiento extremo en el que casi no podían dar un paso más, pero
entonces llegaron hasta donde se encontraban el resto de sus compañeros, que
estaban sentados tranquilamente en la nieve.
—¡Rápido,
agrupaos! —vociferó
Malliourn—.
¡Preparaos para la defensa!
—Pero
¿qué es lo que pasa? —preguntó un soldado confuso.
—¡Que
nos atacan, idiota! —gritó Darm—. ¿No oyes los gritos?
Los hombres, viendo lo que se
les venía encima, formaron rápidamente una barrera de escudos y lanzas, creando
un pequeño semicírculo. Los perseguidores llegaron desordenadamente y
comenzaron a chocar con los escudos; algunos de ellos acabaron empalados en las
lanzas. Los atacantes, agotados tras la persecución, apenas podían luchar
contra el disciplinado muro de hombres que tenían delante. Tras un breve
combate, los defensores consiguieron repeler a los atacantes. Los enemigos que
aún quedaban en pie, al no poder romper la pequeña formación tras varias
acometidas fallidas, huyeron despavoridamente dejando a algunos de los suyos
desangrándose en el suelo, manchando la nieve de rojo. La escaramuza se había
saldado con dos de los hombres de Malliourn heridos levemente; los atacantes
perdieron seis de los suyos entre muertos y heridos, los cuales fueron
rematados sin piedad. No había tiempo para hacer prisioneros.
—¡Regresemos
al campamento antes de que vuelvan con refuerzos! —dijo
Malliourn.
Volvieron tras sus pasos con
presteza, encaminándose hacia su sector de la muralla. Debían avisar cuanto
antes a todos los campamentos de ese sector. No tardaron en vislumbrar las
murallas del Gran Muro.
—Al
final hemos llegado antes de lo esperado —dijo Darm, satisfecho—. Justo
a tiempo para comer. Pronto nuestros estómagos estarán saciados.
Los hombres sonrieron y
continuaron; casi podían oler la comida que se estaría haciendo en las cocinas
del fuerte, pero cuando llegaron escucharon más alboroto de lo habitual. La
alarma había sido dada y los hombres corrían a sus puestos.
‹‹¿Ya
nos están atacando o qué es lo que pasa?››
Cruzaron la puerta
camuflada, pudiendo ver correr a los soldados de su regimiento y de otros,
todos armados hasta los dientes. Uno de los oficiales reconoció a Malliourn y
se dirigió a él.
—¿Qué
sucede? —le
preguntó Malliourn antes de que dijera nada.
—Estamos
siendo atacados por el sector oeste del muro. El comandante Harnas ha ordenado
que le enviemos todos los refuerzos disponibles. Les está conteniendo en la
puerta.
‹‹Maldita
sea, tenían que atacar cuando estábamos de exploración; todo ha sido una
pérdida de tiempo. Ahora de nada sirve saber dónde está ubicado el campamento
enemigo. Espero que no sea demasiado tarde para Harnas.››
—¿Cuántos
son? —le
preguntó.
—Miles.
Es un ataque total.
—Pues
adelante, socorramos al comandante —dijo Malliourn—. ¡Que
cincuenta hombres permanezcan guardando nuestro sector hasta nueva orden! ¡El
resto conmigo!
—Pero,
capitán —dijo
uno de los soldados que le habían acompañado por el bosque—, el
sector del comandante Harnas está a casi una hora de camino.
—Entonces
tenemos que darnos prisa —dijo Malliourn—.
¡Vamos, moveos! ¡A paso ligero!
‹‹Me
temo que hoy nos perderemos el rancho. Espero que al menos tomemos algo
caliente por la noche.››
Marcharon hacia la puerta siguiendo en todo
momento la muralla; lo hicieron apresurados, tratando de recorrer la mayor
distancia en el menor tiempo posible, pero reservando fuerzas para el combate
que se avecinaba. Tras treinta minutos de marcha, los hombres estaban cansados
y casi no podían mantener el ritmo; no eran los únicos, tanto Malliourn como
Darm, que habían estado fuera varias horas con largas caminatas, corriendo para
escapar con sus pesadas cotas de malla encima y luchando contra sus
perseguidores, lo estaban también. Para colmo no habían probado bocado desde
por la mañana y les tocaba hacerse otra caminata para seguir luchando. Aquél
iba a ser un día muy largo. Pronto escucharon en la lejanía el sonido de tambores
de guerra, el de los gritos de quien estaba combatiendo tenazmente y el de las
armas metálicas al chocar unas con otras. La batalla había comenzado y se
estaba librando muy cerca. La necesidad de ayudar a sus compañeros les dio
fuerzas para continuar sin detenerse siquiera a descansar.
‹‹Cuando
lleguemos estaremos reventados, pero tenemos que luchar, y debemos hacerlo bien
si queremos sobrevivir.››
miércoles, 27 de junio de 2018
Capítulo 2.2 LA GUERRA EN EL NORTE
Durante largas semanas, el
ejército permaneció acampado con la misión de defender más de treinta
kilómetros del Gran Muro con
tan sólo tres mil hombres. A los pocos días, gigantescos copos de nieve
comenzaron a caer desde el cielo, cuajando con facilidad en la hierba, en la
tierra, en los techos adosados, en las murallas y hasta en los fosos y zanjas
que rodeaban las fortificaciones. Pronto la nieve adornaba todo el paisaje y el
frío fulminaba a los soldados, que no conocían un clima tan duro en invierno y
no estaban acostumbrados a unas temperaturas tan bajas. Pronto el frío y la
nieve formaron parte de ellos; poco a poco fueron aprendiendo a convivir con
ese clima tan drástico.
Pasaban los días y seguían
esperando noticias de cualquier indicio de la llegada del enemigo a la
frontera. Sabían que los ejércitos de Sharpast habían sido movilizados hacía
meses y que habían partido hacia el norte. Tenían que estar al llegar. La
diplomacia había estado muy activa los meses anteriores con idas y venidas de
embajadores de Sinarold y del Reino de Vanion en un intento por evitar una
guerra que parecía inevitable. Pero los embajadores fracasaron en todos los
intentos de apaciguar a Mulkrod, que sólo aceptaba la rendición incondicional
del Reino de Sinarold, algo que por supuesto no se aceptó. Desde entonces, los
espías al servicio de Sinarold en el Imperio fueron informando de los
movimientos del ejército de Sharpast por el norte, pero desde hacía semanas que
no había ninguna nueva noticia de aquel ejército; ni los espías ni los
exploradores sabían dónde se ubicaba con exactitud. Sabían que estaría cerca,
¿pero dónde? ¿Dónde se ocultaba? ¿Dónde acechaba? La espera ponía nerviosos a
los hombres.
Malliourn acudía con
normalidad a las reuniones de oficiales que convocaba el comandante Harnas el
Roble, el veterano oficial al mando del cuerpo expedicionario de Vanion, quien
había servido en su juventud como mercenario, y ahora en su madurez servía con
lealtad al rey de Vanion. Debido a su experiencia no le costó recibir el mando
de la fuerza expedicionaria de Vanion en Sinarold. Pocos hombres estaban a su
altura, y sólo él estaba dispuesto a partir en tan determinante misión.
Malliourn, que lo conocía personalmente, había servido bajo su mando en la Guerra
contra los Piratas de las Islas Orientales, luchando con él codo con codo.
Malliourn le conocía muy bien, o eso creía; había tomado algunos vasos de vino
con él, y habían charlado en muchas ocasiones. Era un hombre rudo, obcecado,
cabezota y duro como un roble. En una ocasión, durante el asedio de Buchar, los
piratas repelieron su ataque a las murallas. Todos los hombres bajo su mando se
retiraron, pero Harnas no quiso admitir la derrota y se lanzó solo hacia las
murallas diciendo: ‹‹¡Quien tenga algo de valor que me siga y
quien no lo tenga que se asome y vea cómo muere un oficial de Vanion!›› Tras
él cargó todo el regimiento hacia las murallas, subiendo por las escalas y las
torres de asedio hasta las almenas, matando a todos los defensores. Cuando la
lucha acabó, Harnas tenía una flecha clavada en el hombro y otra en el pecho, y
múltiples heridas por todo el cuerpo. Por suerte, las flechas apenas habían
logrado perforar la armadura y el resto de las heridas eran superficiales.
Desde ese día los hombres le pusieron el sobrenombre del Roble.
Harnas siempre recibía a
Malliourn afablemente durante las reuniones; apreciaba tener buenos hombres
bajo su mando y así lo transmitía siempre que estaba con ellos. Con Malliourn
no hacía ninguna excepción; lo conocía desde hacía muchos años y sabía de qué
pasta estaba hecho.
En las reuniones no hacían
nada relevante, sólo escuchaban los informes que traían de la capital, los
mensajes que llegaban de los oficiales de las tropas de Sinarold en los otros
fuertes a lo largo de la muralla y algunas noticias de los exploradores.
Después de eso, cada oficial informaba de cómo estaba la moral de la tropa, la
regularidad con la que llegaban las provisiones, si hacía falta más ropa de
abrigo o más leña para las hogueras y, por último, revisaban el procedimiento a
seguir en caso de ataque usando varios mapas. Todos lo tenían memorizado: si
divisaban al enemigo debían informar inmediatamente de su ubicación, duplicar
el número de centinelas en las murallas, tener a todos los hombres preparados
para detener un ataque inminente y mantener la posición hasta nueva orden. Si
no podían aguantar, se les enviaría refuerzos de otros regimientos a lo largo
de la muralla, pero, en caso de que fueran superados, tenían órdenes de
retirarse hasta Vendram para defenderla. Después de la reunión, todos los
oficiales regresaban a sus fortines, donde debían seguir esperando un ataque
que parecía inminente, pero que no llegaba.
—¿Hay
algo de nuevo? —preguntó
Darm al ver al recién llegado Malliourn calentándose junto a una hoguera tras
la última reunión.
—Más
de lo mismo —dijo
Malliourn—.
Quieren que dupliquemos los vigías en la muralla; por lo demás, todo está ya
dicho. Ahora estas reuniones sólo son perder el tiempo. Aunque al menos me
entretengo unas horas.
—Creo
que no asistirás a muchas más reuniones; parece que el enemigo se acerca.
—¿Han
llegado ya a la frontera?
—Todavía
no sabemos nada, pero los hombres lo presienten. Y yo también. Sé que están
cerca.
—Es
posible que tengas razón.
Un soldado de su regimiento
se acercó para hablar con el capitán.
—¿Qué
ocurre? —preguntó
Malliourn.
—Todavía
no han llegado las provisiones que esperábamos —dijo el soldado.
—Se
habrán retrasado con el mal tiempo, no te preocupes. Llegarán.
El soldado se marchó, dejando
a los dos oficiales calentándose en la hoguera.
—Tendremos
que racionar la comida —dijo Darm.
—Sólo
hasta que lleguen las provisiones que esperamos. Manda un enlace para que
averigüe qué ha sucedido y que meta prisa a los de suministros. Si vamos a luchar
quiero que nuestros hombres lo hagan con el estómago lleno.
Tras varios días largos y
fríos llegaron las noticias que esperaban. Algunos exploradores, siguiendo las
órdenes del cuartel general, se habían adentrado en territorio hostil.
Consiguieron burlar a las tropas fronterizas de Sharpast sin dificultad y
divisaron una larga columna avanzando hacia el Gran Muro. Informaron de que el ejército de Sharpast se
aproximaba hacia el norte y que estaban a pocos días de distancia; sin embargo,
no sabían el lugar exacto donde habían establecido su campamento o campamentos,
puesto que habían tenido que escapar al toparse con una avanzadilla enemiga.
Ese mismo día llegaron
mensajes de muchos de los fuertes a lo largo de la muralla comunicando que
habían avistado al ejército enemigo en varios puntos. Los oficiales dedujeron
que las tropas imperiales se habían dividido por sectores frente a la muralla
para atacar simultáneamente en varios tramos, por lo que era necesario saber el
lugar exacto de la ubicación de los campamentos. El alto mando de Sinarold
pretendía averiguar la zona exacta donde se hallaba el enemigo para concentrar
al mayor número de tropas en la zona circundante, y lo mismo ocurría a lo largo
de toda la muralla. El éxito o el fracaso podían depender de ello. No obstante,
no era el mejor momento para realizar exploraciones en profundidad; el mal
tiempo, la nieve y la niebla hacían que la visibilidad fuera prácticamente
nula, por lo que tampoco podían ver dónde había acampado aquel ejército y, por
tanto, no podían saber dónde se centrarían los ataques principales.
Pasaron tres días y no
llegaron más noticias. Los nuevos exploradores regresaban con las manos vacías
y algunos no regresaban. El nerviosismo y el miedo empezaron a hacer mella en
los hombres de las guarniciones. Se encontraban inquietos, sabían que pronto
empezaría la lucha, pero lo peor era que no sabían dónde sería, ni cuándo. Por
ahora sabían que estaban muy cerca, pero era como un ejército de fantasmas
oculto tras la niebla. Los hombres de guardia permanecían alerta día y noche,
pero nada sucedía. La inquietud por averiguar el paradero de aquel ejército les
obligó a llevar a cabo exploraciones más a fondo. Una de esas órdenes le llegó
a Malliourn, quien organizó un pequeño grupo para explorar el terreno tras la
zona de la muralla que su regimiento defendía.
Era otra fría mañana
invernal de finales de diciembre cuando Malliourn se dispuso a llevar a cabo la
exploración. La niebla no sólo no se había disipado, sino que además había
aumentado, impidiendo ver nada a más de cinco pasos de distancia. Parecía que
los dioses intentaban perjudicarlos o, por lo menos, no facilitarles las cosas.
El grupo que Malliourn había organizado le esperaba al otro lado del campamento
fortificado. Todos iban armados con el equipo reglamentario: estaban protegidos
por cotas de malla y petos de cuero y lino, y equipados con lanzas, escudos y
espadas; todos cubiertos hasta la cabeza con gruesas capas de pieles de
animales para intentar mantener el calor en sus cuerpos. Habían recibido la
orden de explorar una de las áreas en donde un grupo de exploradores había
desaparecido el día anterior, en algún lugar del bosque de pinos que había al
otro lado del Gran Muro. Era
muy posible que uno de los ejércitos enemigos estuviera acantonado en algún
lugar del bosque. No era una misión para pusilánimes y, si quería que las cosas
se hicieran bien, tenía que hacerlo él mismo; además, tanta inactividad le
ponía de los nervios. Necesitaba mover las piernas un poco y entrar en acción.
—¿Estás
seguro de que quieres ir? —le preguntó Darm, no muy convencido.
—Segurísimo
—contestó
Malliourn—.
Prefiero pelarme de frío en ese bosque antes que morirme de aburrimiento en la
muralla. Partamos, quiero encontrar ese campamento antes de la hora del rancho.
A ver si tenemos suerte.
Darm asintió; la decisión
había sido tomada. El capitán lideraría el grupo de exploración.
—¡Vamos,
pongámonos en marcha! —ordenó Darm a la compañía.
Los veinte hombres elegidos
para la misión se pusieron en camino siguiendo a su capitán.
Malliourn llevaba más de
quince años en el ejército; había luchado en circunstancias muy adversas y
había matado a más de un hombre en combate. No se sentía orgulloso de ello,
pero tampoco se arrepentía; eran ellos o él, así eran las cosas. Estaba
acostumbrado a vivir con el miedo, el sufrimiento y la muerte, pero esa mañana
estaba especialmente nervioso; intuía que ese día iba a pasar algo. El enemigo
estaba cerca y llevaban demasiados días de parsimonia. Sabía que no era normal,
el ejército imperial estaba en algún punto al otro lado del Gran Muro y no tardaría en atacar. El
número de soldados que había preparado para salir dejaba claro lo grave de la
situación; llevaba consigo a veinte de sus mejores hombres, tal y como el
comandante le había recomendado, aunque a él le parecían demasiados para salir
hacia las líneas enemigas, ya que podían llamar mucho la atención, aunque
también era verdad que, con veinte hombres, la posibilidad de que alguno
sobreviviera y regresara para contar lo que había visto era mucho mayor, o eso
pensaba el comandante Harnas; una forma de pensar que le aliviaba poco, pero
las órdenes eran claras e iba a cumplirlas.
—¡Démonos
prisa! —ordenó
Malliourn—.
Con suerte volveremos antes de que anochezca.
Salieron del fuerte donde
estaban asignados y se dirigieron al muro. A lo largo de su gran recorrido la
muralla tenía tres grandes puertas y otras cincuenta de menor tamaño, todas
camufladas para que el enemigo no las utilizara. Tuvieron que andar varios
minutos para llegar a la puerta más cercana. Entraron por una que daba
directamente hacia el Bosque Blanco; lo hicieron en silencio y alerta.
—Ahora
estamos en territorio enemigo —dijo Malliourn en voz baja—. Quiero
silencio absoluto. Nos dividiremos en dos grupos. Longar, llévate a nueve
hombres; explorarás la zona sureste. Yo iré por la zona suroeste con el resto
del grupo. Si en cuatro o cinco horas no encontrais nada volved e informad,
pero si os topáis con el enemigo no quiero que os hagáis los héroes. Buena suerte.
Los dos grupos se separaron.
Malliourn y los suyos caminaron por la nieve, adentrándose en el bosque con
lentitud. La niebla no amainaba y se seguía sin ver a pocos pasos de distancia.
Malliourn marchaba el primero, liderando al pequeño grupo. Caminaba con
precaución, atento ante cualquier sonido sospechoso.
—Mal
momento para que salgamos a explorar —dijo en voz baja uno de los soldados—.
Podrían rodearnos y ni siquiera nos daríamos cuenta.
—El
grupo que enviaron ayer por esta zona no ha regresado aún, y me temo que no
regresará jamás —dijo
otro—.
Como sigamos avanzando correremos su misma suerte.
—¡Silencio
ahí atrás! —ordenó
Malliourn—.
¿Queréis que nos descubran?
—¡Capitán!
—dijo
un soldado que se había adelantado—. Me ha parecido oír unas voces un poco
más adelante.
‹‹Yo
también lo he oído —pensó Malliourn—; seguro
que no son de los nuestros. Lo comprobaremos.››
—Esperad
aquí. Yo me adelantaré con Darm y Proumdar —ordenó Malliourn.
Los hombres de Malliourn se
escondieron en unos arbustos mientras que ellos avanzaron reptando hasta el
lugar de donde provenían las voces. Pronto consiguieron ver a dos hombres que
llevaban ropajes negros, cota de malla y arcos caminando entre los árboles.
—Son
soldados de Sharpast, sin duda —dijo Proumdar en voz baja.
—Tenemos
que apresarlos e interrogarlos —dijo Malliourn—, así
que tenemos que dejar al menos a uno con vida. Esperaremos a que se acerquen un
poco más para que no les dé tiempo a utilizar sus arcos. A mi señal.
Dejaron que se acercaran a
su posición. Cuando estuvieron a pocos pasos de distancia, Malliourn dio la
señal y se abalanzaron sobre sus desprevenidos oponentes. A uno de ellos le dio
tiempo de sacar un cuchillo de su funda, atacando a Malliourn, que esquivó el
ataque y, de una estocada, degolló a su adversario. Mientras tanto, Darm y
Proumdar habían conseguido inmovilizar al otro.
—¿Eres
un soldado de Sharpast? —le preguntó Malliourn, apuntándole con
su espada en el cuello. Éste permaneció en silencio—.
¡Respóndeme!
Seguidamente, el soldado
escupió a Malliourn, que reaccionó golpeándole en la cara, pero éste se recobró
enseguida y, con una habilidad increíble, golpeó con su cabeza a Proumdar, que
cayó al suelo. El soldado imperial empujó a Darm y después se tiró encima de
él. Ambos empezaron a forcejear. Malliourn intentó separarlos, pero los dos no
paraban de moverse; entonces el soldado consiguió sacar un cuchillo de la
correa de Darm y se abalanzó sobre Malliourn, intentando herirle, pero Darm
reaccionó rápido y se lanzó sobre él, atravesándole con su espada, salvando a
su capitán. El soldado estaba muerto antes de caer en la nieve.
—Maldito
bastardo —dijo
Darm, suspirando—.
No me puedo creer que se me haya escapado. Casi consigue reducirnos a los tres.
Proumdar se levantó confuso.
—¿Estás
bien? —le
preguntó Malliourn.
—Sí,
pero vaya golpe me ha dado el desgraciado.
—Bien.
Regresa con los demás e infórmales de lo ocurrido —le dijo
Malliourn—.
Si no hemos vuelto en dos horas volved al Gran Muro e informad de movimientos
enemigos en la zona.
—Eso
haré, capitán.
domingo, 24 de junio de 2018
Capítulo 2.1 LA GUERRA EN EL NORTE
Eran días turbulentos para las gentes de
Sinarold. El invierno no sólo se presentaba frío y amenazaba con hambruna, sino
que además se añadía el peligro que venía desde el sur, puesto que el Imperio
había roto el antiguo tratado de paz que se firmó durante la última guerra.
Pronto las huestes de Mulkrod se abalanzarían sobre ellos como una plaga sobre
las cosechas. La guerra llamaba a sus puertas. El miedo se había convertido en
un verdadero sin vivir para todos. Ahora, al contar con pocos aliados y aún menos
fuerza, con el Imperio preparándose a conciencia con todos los recursos de los
que disponía, la amenaza sobre el norte era mucho mayor que en los tiempos
pasados. Sólo Vanion parecía responder a la llamada de socorro de Sinarold;
sólo Vanion parecía dispuesta a ayudar, pero ésta era insuficiente.
El pequeño ejército que
venía en auxilio de la acorralada Sinarold desembarcó en el puerto de la
capital, Vendram, en un día triste y nublado. Aquello era un claro anticipo de
lo que les esperaba a los recién llegados en aquella fría tierra. Fueron
recibidos por la población de la ciudad con gritos de júbilo. La llegada de
refuerzos animaba sus corazones. No estaban solos; todavía tenían un aliado en
occidente. Les recibían como si fueran héroes salvadores. A pesar del escaso
número de soldados que desembarcaban, apenas tres mil hombres, veían con
esperanzas la llegada de un ejército amigo.
Uno de aquellos soldados era
Malliourn, un oficial ya veterano tras sus años de servicio en el ejército, a
pesar de no llegar a los treinta. Acababa de bajar de su barco junto a su
regimiento. Todos estaban cansados, sucios y apestaban; llevaban demasiado
tiempo en las entrañas de aquellos barcos; deseaban pisar tierra firme y
olvidarse del sube y baja constante del barco, de las olas golpeando su casco,
del incómodo viento soplando con fuerza y llenando las velas de aire, de la
humedad y, sobre todo, de la enorme masa de agua que siempre les rodeaba. En
aquella fría mañana de primeros de diciembre, el viento soplaba con fuerza y
las nubes grises amenazaban con tormenta. Pronto verían que todas las mañanas
serían como las de ese día.
Desde muy temprana edad,
Malliourn había sido huérfano de padre y madre. Ambos fallecieron durante una
epidemia que asoló Lindium, por ello había pasado casi toda su juventud en un
orfanato a las afueras de Lasgord, aunque nunca olvidó su procedencia ni a su
familia; su nombre y apellido era lo único que le quedaba de ellos. Cuando
creció se convirtió en un muchacho alto y vigoroso que destacaba sobre los
demás huérfanos. Fueron años duros, en especial cuando llegó a la adolescencia,
pues a esa edad el orfanato usaba a los huérfanos como mano de obra barata para
así obtener un dinero fácil, pero no tardó en fugarse en busca de una vida
mejor. Acabó vagabundeando durante semanas por las calles, sin rumbo, robando y
mal viviendo, hasta que decidió hacer carrera como soldado. Probó suerte en uno
de los cuarteles de la ciudad; y allí, al ver las cualidades del muchacho, le
aceptaron de inmediato. Desde aquel día se dedicó en cuerpo y alma a
convertirse en un buen soldado. Durante años tuvo una vida monótona en los
cuarteles de la ciudad, siendo un soldado más, pero al alcanzar la mayoría de
edad estalló la guerra con los piratas de las Islas Orientales; Malliourn
participó en la campaña contra los corsarios de forma heroica, capturando
personalmente a uno de los Señores de la Piratería en Buchar. A su regreso,
participó en el desfile por la victoria y fue ascendido a capitán, además de
recibir un generoso donativo. Continuó en las filas del ejército sin participar
en ninguna acción puntual, hasta que leyó un panfleto en el que pedían
voluntarios dentro del ejército para acudir en ayuda del Reino de Sinarold;
para ello se había creado una unidad especial de infantería. Sin dudarlo,
Malliourn acudió a la llamada, pero no fue el único, la mayor parte de los
miembros de su unidad siguieron a su capitán y se alistaron; entre ellos estaba
su segundo al mando, Darm, que se alistó con él. Ambos se conocieron durante la
guerra contra los piratas, luchando juntos durante el asedio de Buchar. Desde
entonces se habían hecho buenos amigos.
La pequeña flota de barcos
reunida en Blier partió con los tres mil voluntarios que acudían con optimismo
y con la esperanza de salvar a Sinarold de las garras del Imperio. Hicieron un
alto en las Islas Orientales, donde llenaron los toneles de agua dulce y
partieron en un viaje sin más escalas hasta Sinarold. La expedición, que se
realizó circunnavegando las costas de las provincias imperiales de Tancor y de
Sinarold del Oeste, en manos de Sharpast desde hacía más de cien años, fue
larga y tediosa. Oficialmente Vanion no estaba en guerra con Sharpast, pero no
convenía que hicieran escalas en ningún puerto imperial, donde podían ser saboteados
o incluso aniquilados. Un mes y cuatro días después de dejar las Islas
Orientales, llegaron a la Isla de Taxos, que pertenecía a Sinarold; allí
pudieron reabastecerse para poder seguir hasta Vendram, a donde llegaron unos
días después. Ahora estaban ya en su destino, listos para ayudar a un reino
amigo y aliado del inminente ataque imperial.
Los ciudadanos de la capital
de Sinarold veían desfilar por las calles a los extranjeros que venían en su
auxilio. Poco a poco se fueron dando cuenta del escaso número de refuerzos que
formaba el ejército aliado; muchos de ellos, al ver que eran demasiado pocos,
se sintieron decepcionados y desesperanzados. No obstante, toda ayuda era bien
recibida para el desmoralizado Reino de Sinarold. La bienvenida fue calurosa,
pero Malliourn nunca había sentido tanto frío. Allí, en el norte, el tiempo era
muy diferente al que conocía; en su tierra también hacía frío en aquella época
del año, pero en Sinarold el invierno era mucho más intenso. Por suerte, ya les
habían advertido e iban bien preparados con gruesas ropas de abrigo hechas con
pieles, algodón y lana. El tiempo gélido se podía soportar, pero el viento era
lo peor, lo que hacía que el frío se impregnara en la carne y lo sintieran
hasta en los huesos. Y como si eso no fuera suficiente, estaba también la
lluvia, la nieve y el granizo continuo.
—Estamos
buenos —dijo
Darm—.
No sólo vamos a tener que luchar contra los imperiales, sino también contra
este condenado tiempo.
—Te
acostumbrarás —le
dijo Malliourn, intentando no sentirse abrumado.
—En
mala hora se nos ocurrió alistarnos como voluntarios —dijo
Darm riendo—.
Al menos las mujeres de aquí son guapas y se alegran de vernos. Seguro que por
las noches son muy agradecidas.
—Olvídate
de eso, hemos venido aquí a luchar, no a fornicar con extrañas.
—Cierto,
aunque no estaría de más que alguna nos calentara la cama por las noches. Ya
sabes a lo que me refiero.
Malliourn sonrió ante el
comentario de su amigo.
—Me
temo que no tendremos mucho tiempo para disfrutar de los placeres carnales.
Venga, sigamos; nos estamos quedando atrás.
Los hombres del ejército de
voluntarios terminaron de desfilar por las calles de Vendram y se dirigieron al
palacio real, donde el rey de Sinarold y las autoridades locales dieron la
bienvenida al ejército y a sus oficiales. Tras los oportunos saludos el rey
invitó a los principales oficiales de Vanion a asistir a un austero banquete en
el salón principal; éstos aceptaron gustosamente. Malliourn, en calidad de
oficial, pudo haber asistido, pero prefirió quedarse con sus hombres y
dirigirse directamente hacia los cuarteles que les habían asignado y que, en
aquellos momentos, estaban prácticamente vacíos ya que el grueso de las tropas
de Sinarold se hallaban congregadas en la frontera, junto al Gran Muro. Allí pudieron calentarse y
después lavarse por primera vez desde hacía semanas. Malliourn se afeitó en
condiciones, quitándose las largas barbas negras que había llevado durante el
viaje, y se dio un buen baño caliente. Después de eso era otro hombre. Tomaron
también un buen guiso de carne y descansaron en cómodos colchones de paja.
Al día siguiente dejaron la
ciudad, marchando lentamente hacia el sur. La mayor parte de ellos lo hacía a
pie, incluso los oficiales. Los únicos caballos que disponían eran para los
pocos exploradores y enlaces que traían consigo, además de un puñado de bueyes
y mulas de carga que se encargaban de llevar las provisiones y todo el bagaje.
Viajaban por las mañanas y descansaban por las noches en pequeños campamentos
improvisados y desprovistos de cualquier tipo de defensa; no las necesitaban,
no mientras estuvieran al norte del Gran
Muro. Podían dormir tranquilos. El Gran Muro era una fortificación de grandes dimensiones, una
muralla que protegía al Reino de Sinarold del Este y que se extendía a cientos
de kilómetros de este a oeste, hasta llegar a la costa. La construcción la
inició Rando el Glotón en un intento de salvar una parte de su reino de las
garras de Sharpast, y fue terminada por su hijo, Fenrig el Bravo, que logró
contener a las fuerzas de Sharpast gracias a la nueva muralla, pero nada pudo
hacer por salvar la parte suroeste del Reino de Sinarold, que cayó en manos del
Imperio, pero de eso ya hacía varios siglos. Los restos del Reino de Sinarold
eran ya sólo una pequeña península al norte del poderoso Imperio de Sharpast.
La única razón por la cual,
el reino había sobrevivido tanto tiempo, era gracias a la formidable
fortificación que les había preservado de los intentos de invasión durante más
de doscientos años, pero en aquellos momentos Sinarold volvía a estar en
peligro. Mulkrod reunía sus ejércitos para lograr lo que sus antepasados no
habían conseguido: conquistar el noreste de Sinarold.
Tras varios días de marcha,
las fuerzas de Vanion llegaron a la gigantesca muralla que atravesaba todo el
reino; allí se unieron a las fuerzas de Sinarold que estaban congregadas en la
zona. No eran muchos; la mayor parte del ejército estaba distribuido en
pequeños fuertes a lo largo de la muralla.
Los soldados de Vanion nunca
habían visto una construcción defensiva de semejante magnitud. Sus ojos no
podían ver toda la longitud de la gran muralla, pero era suficiente para
comprender la grandiosidad de aquella estructura. La muralla era la última
protección del Reino de Sinarold contra las enormes huestes de Sharpast. Si
querían ganar la guerra tenían que mantenerse firmes y no ceder una pizca de
terreno, pues si las fuerzas enemigas lograban pasar podía darse el reino por
perdido. Malliourn lo sabía, pero no estaba dispuesto a permitir que el
codicioso emperador se adueñara de aquella tierra libre; por esa razón se había
alistado en el ejército de voluntarios; por eso estaba tan al norte, lejos de
su patria.
Para ayudar en la defensa
del reino les asignaron la parte más central del sector oeste del Gran Muro. Los tres mil hombres que
formaban el ejército expedicionario de Vanion fueron distribuidos a lo largo de
ese tramo de muralla, siendo desperdigados en torno a pequeñas fortificaciones
donde todos los hombres tenían un techo donde pasar la noche sin congelarse a
la intemperie.
—Quizá
si podamos salvar Sinarold —dijo Darm al examinar detenidamente las
defensas de su sector en el Gran Muro.
—Nos
vendrían bien unos cuantos millares de hombres más —dijo
Malliourn—.
El Gran Muro es tan extenso que
no podemos defenderlo todo con garantías. El ejército de Sinarold es reducido y
nuestra ayuda puede ser insuficiente.
—Aguantaremos
—dijo
Darm, convencido—.
Sharpast fracasará en su intento de conquistar esta parte de Sinarold una vez
más.
Malliourn no lo veía tan
claro; era consciente de que si les atacaban con fuerza y por varios puntos a
la vez, les avasallarían a menos que les enviaran refuerzos, y eso era algo
poco probable.
—Espero
que estés en lo cierto. Ven, organicemos los turnos de guardia de nuestro
sector.
lunes, 18 de junio de 2018
RESEÑAS DE LAS CINCO ESPADAS. LA MEJOR NOVELA DE FANTASÍA ÉPICA
Las Cinco Espadas lleva ya más de 10 reseñas de blogs especializados en literatura y todos están de acuerdo en recomendarlo para todos los amantes de las novelas de fantasía épica. ¿No me crees? Aquí dejo todos los blogs que hablan de esta obra:
BLOG NAVEGANTES DE TINTA:
http://navegantesdetinta.blogspot.com/2018/04/resena-las-cinco-espadas-sangre-y.html
BLOG ALCANZANDO UTOPÍAS:
http://alcanzandoutopias.blogspot.com/2018/05/sangre-y-oscuridad-las-cinco-espadas.html
BLOG PALABRAS IMBORRABLES:
https://palabrasimborrables.wordpress.com/2018/04/25/sangre-y-oscuridad-las-cinco-espadas/
BLOG DULCES LECTORES:
http://dulceslectoresuy.blogspot.com/2018/04/resena-sangre-y-oscuridad-las-cinco.html
BLOG CARPE LIBRUM:
https://www.carpelibrumseizethebook.com/2018/04/las-cinco-espadas-javier-duce.html
BLOG MIS SENSACIONES LITERARIAS
http://missensacionesliterarias.blogspot.com/2018/06/sangre-y-oscuridad-las-cinco-espadas.html
BLOG SOLEY ARAGONÉS:
http://soleyaragones.blogspot.com/2018/04/las-cinco-espadas-javier-duce.html
BLOG LA BIBLIOTECA DE AILUZ:
http://labibliotecadeailuz.blogspot.com/2018/06/las-cinco-espadas-1-javier-duce-ursa.html
BLOG LA ESTANTERÍA DE MORGANA:
http://laestanteriademorgana.blogspot.com/2018/05/sangre-y-oscuridad-i-las-cinco-espadas.html
BLOG DE LIBROS Y PELIS:
https://delibrosypelis.com/libros/sangre-y-oscuridad-las-cinco-espadas/
Y LOS COMENTARIOS EN AMAZON NO DEJAN LUGAR A DUDAS:
https://www.amazon.es/Las-Cinco-Espadas-Fantas%C3%ADa-%C3%A9pica-ebook/dp/B01LZ44176
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domingo, 17 de junio de 2018
Resumen completo de Las Cinco Espadas
Las Cinco Espadas es una
historia de fantasía épica que abarca el mundo de ficción de Veranion. La
historia comienza con la muerte del emperador de Sharpast, Methren III, el
hombre más poderoso de todo Veranion. Mulkrod, su hijo, un hombre ambicioso que
pretende alcanzar mayor gloria que cualquiera de sus antepasados, hereda el
trono y gobierna su nuevo imperio con puño de hierro. Para afianzar el trono e
iniciar su ascenso a la gloria terrenal, se prepara para iniciar la campaña
definitiva contra el último reino libre de Veranion: Sinarold del Este, que ha
podido resistir los ataques de Sharpast gracias a una extensa muralla que
protege el reino. Pero la ambición de Mulkrod va mucho más allá: en su afán de
gloria aspira encontrar varias armas de gran poder que en el pasado
pertenecieron a su familia: las Cinco
Espadas, que fueron ocultadas de sus legítimos dueños por el mal que
desataron en la tierra, salvo una, que permaneció en poder de la dinastía
imperial. Para ello Mulkrod prepara una expedición liderada por uno de sus
hermanos para encontrar las espadas,
que se encuentran ocultas en lugares remotos. En las espadas existe una antigua maldición, por la cual sólo el linaje
del primer emperador, Sharpast I, creador de un imperio que lleva su mismo
nombre: Sharpast, podrá empuñar las espadas; ningún otro hombre vivo podrá
tocarlas.
Mientras todo eso ocurre en las tierras del Imperio, en
occidente, donde se encuentra el continente de Lindium, mucho más pequeño que
el de Veranion, los tres reinos que lo habitan debaten si intervenir en la
guerra que está a punto de iniciarse en Sinarold o dejar que este antiguo reino
sucumba ante el poder del Imperio. Al mismo tiempo, los magos de Oncrust,
antaño una prestigiosa y poderosa orden, se reúnen en un concilio para dirimir
el espinoso asunto de la guerra y decidir qué postura tomar respecto a
Sharpast.
Llegados a este punto te recomiendo que, si no has leído todavía Las Cinco Espadas, no sigas leyendo.
Es en este concilio cuando aparecen Arnust y Halon,
maestro y aprendiz que acuden al concilio tras cumplir una misión de gran importancia.
Arnust participa en la reunión de magos como partidario de la intervención
contra Sharpast, y para ello se ve obligado a debatir con otros miembros del
consejo de los magos. La situación se tensa en varios momentos y el gran
maestre de la orden, Blanerd, interviene en varias ocasiones para calmar los
ánimos de sus hermanos. Finalmente, ante la división del consejo, Blanerd toma
la decisión de que la orden de Oncrust participe en la guerra que va a estallar
y unir sus esfuerzos para lograr convencer a los reinos de Lindium a intervenir
en favor del asediado reino de Sinarold. Como Blanerd ve muy difícil lograr la
unión de los reinos de Lindium para combatir a Sharpast, decide iniciar una
expedición que busque al menos una de las Cinco
Espadas a las Islas Solitarias, donde cree que se haya oculta una de ellas.
Al mando de la expedición deja a su hombre de mayor confianza: Arnust. Pero
para conseguir una de las espadas necesitan
la sangre de Sharpast, pues sólo los herederos del primer emperador pueden tocar
la espada. Para ello Blanerd había encargado a Arnust y a su aprendiz buscar a
un bastardo del tío de Mulkrod; misión que habían cumplido de forma exitosa,
trayendo consigo al joven bastardo, que se había quedado bajo custodia de la
orden. El joven modesto y nervioso que habían ido a buscar se llama Maorn, y
desde el principio se había mostrado partidario de colaborar con los magos. En
medio del concilio aparecerá un nuevo personaje, el mago Glarend, hermano de
Blanerd, que había regresado a Oncrust después de años infiltrado en la orden
rival de Zurst en oriente. Pero eso es otra historia.
En un principio, sólo uno de los tres reinos de Lindium,
el Reino de Vanion, se muestra partidario de ayudar a Sinarold. En su ayuda
envía un contingente de tres mil hombres compuesto por voluntarios. En ese
ejército se encuentras el capitán Malliourn y su amigo Darm. Dos guerreros
veteranos que habían consagrado su vida al ejército. Después de semanas de
larga travesía por el océano, la pequeña flota de Vanion llega a la capital de
Sinarold: Vendram, donde desembarcan y se unen al ejército de Sinarold en el
Gran Muro, una extensa muralla que protegía el reino. Nos encontramos al norte
de Veranion, en pleno invierno, con la nieve ocultándolo todo. Las
negociaciones entre los diferentes estados fracasan; la guerra es inevitable.
Los espías de Sinarold informan del inminente ataque imperial en la frontera de
Sinarold. Un ejército de más de cien mil hombres se prepara para asaltar el
reino.
La tensa espera hace que los oficiales de Sinarold se
pongan nerviosos y deciden enviar a varios grupos a aventurarse en territorio
enemigo en busca del ejército imperial para averiguar dónde va a producirse el
ataque. A Malliourn y Darm se les encomienda la tarea de buscar al ejército
imperial y se adentran en territorio imperial. Durante su exploración
encuentran el campamento enemigo, pero son atacados mientras trataban de
escapar, pero salen indemnes del enfrentamiento y consiguen llegar al Gran Muro
para avisar de lo que se les viene encima. Pero ya es demasiado tarde, el
ataque ya ha empezado. Malliourn agrupa a sus hombres y se dirige al lugar
donde se ha producido el asalto. Cuando llegan los defensores exhaustos acaban
por ceder y el enemigo consigue perforar una de las puertas de la muralla con
un ariete. Tras una dura lucha en la puerta, el comandante del cuerpo
expedicionario de Vanion muere, pero antes cede el mando al capitán Malliourn.
Ante la desesperada situación en la que se encuentran sus hombres, Malliourn
decide retirar de forma ordenada a sus soldados, escapando de una muerte
segura. Tras una penosa marcha bajo la nieve y las gélidas temperaturas, sin
equipo, sin casi comida y sin casi nada más que el apoyo de sus compañeros,
consiguen llegar a Vendrán, donde habían sido reclamados por el rey tras la
catástrofe en el Gran Muro. Todos los sectores de la muralla habían sido
tomados y las fuerzas de Sinarold se repliegan a Vendram y a Beglist, la otra
gran ciudad de Sinarold.
Una vez llegan a Vendram, Malliourn conoce en persona al
rey de Sinarold, Krahim, y a su sobrino, el general de los ejércitos de
Sinarold, Karmil Dungor, que es a su vez el heredero al trono. Durante la
entrevista hablan de la defensa de la ciudad y de las posibilidades de Sinarold
de contener el ataque imperial, pero el propio Malliourn no es muy optimista.
En los días siguientes las fuerzas de Sharpast llegan a la capital y comienzan
el asedio por tierra. A su vez la armada imperial bloquea el puerto de Vendram
e impide la llegada de más suministros a los asediados.
En la otra gran ciudad de Sinarold, Beglist, se
atrinchera un grupo importante de soldados de Sinarold, que resiste ante otro
ejército de ocupación de Sharpast. Al mando de dicho ejército se encuentra
Mencror, uno de los hermanos del emperador, y el mejor amigo de Mulkrod: el
general Darwast, un joven pero muy válido oficial. Tomar Beglist por la fuerza
se antoja complicado, pero la suerte está de su lado. Un noble de Sinarold se
pone en contacto con Darwast y llega a un pacto con él. Darwast promete
respetar la vida del noble y su familia y de todas sus posesiones a cambio de
facilitar la entrada a la ciudad del ejército imperial. Con su ayuda, los
soldados imperiales entran por sorpresa por la noche y ocupan la ciudad. De
inmediato, Mencror y Darwast se unen al emperador en Vendram.
Mencror y Darwast se entrevistan con el general Dungor y
Malliourn a las afueras de la capital. Allí los máximos oficiales de Sinarold y
del contingente de Vanion descubren que Beglist ha caído. A pesar de la difícil
situación de Sinarold, Dungor rechaza las ofertas de rendición. El asedio
continúa. El rey Krahim enloquece por las nefastas noticias y Dungor es
nombrado regente.
Para
acabar con el bloqueo al que están sometidos, Dungor ordena a la pequeña flota
de Sinarold atacar a la armada imperial. Para ello requisan toda embarcación
capaz de navegar y las llenan de material inflamable. Por la noche se produce
el ataque y para ello colocan en vanguardia los barcos con material inflamable
y, tras incendiarlos, los lanzan contra el centro de la formación imperial,
sorprendiéndoles. En cuestión de minutos parte de la armada imperial se
encuentra en llamas. El caos reina por doquier. Tras los barcos incendiarios
llega la flota de guerra de Sinarold, que ataca por los flancos con los
espolones de los barcos. La batalla dura unas pocas horas. Entre el humo y el
fuego se distinguen los gritos de los moribundos. Al amanecer la mitad de la
flota imperial ha sido destruída y el resto puesto en fuga. La flota de Sinarold
regresa triunfante. Ante el desastre, Mulkrod enfurece y ordena a sus fuerzas
de tierra atacar la muralla de Vendram para intentar pillar desprevenidos a los
defensores, pero éstos consiguen repeler el ataque. Ese día hay celebraciones
en todo Vendram.
La
alegría dura poco, a pesar de la llegada de nuevos suministros, el asedio
continúa y los ánimos empiezan a decaer. La moral ciudadana está por los suelos
y se inician disturbios en la ciudad. Aprovechando esto, el ejército imperial
inicia un asalto total de tres oleadas a las murallas. Después de duros
combates, las defensas ceden, los soldados imperiales entran por las brechas en
la muralla y por la puerta principal tras quebrarla con un ariete. Karmil
Dungor cae defendiendo las murallas y Malliourn ordena al contingente de Vanion
replegarse a los barcos de la flota en el puerto para intentar escapar. Al
final sólo una parte de los soldados consigue escapar en los barcos y la ciudad
cae. Sinarold era ahora parte del Imperio.
En
occidente los representantes de los tres reinos de Lindium: Vanion, Hanrod y
Landor, se reúnen en Blangord, la capital de Hanrod. A ella asisten algunos de
los magos de Oncrust: el gran maestre, Blanderd, Arnust, Halon y el bastardo
imperial, Maorn. Entre los demás asistentes destacan los reyes de Hanrod y
Landor, y el príncipe Nairmar de Vanion. Durante la reunión tras un debate que
bien podía haber acabado en pelea, los representantes de cada reino no
consiguen ponerse de acuerdo. Nairmar es partidario de la beligerancia en
contra de Sharpast mientras que los demás son partidarios de la no
intervención.
Finalmente,
Blanerd decide revelar que las Cinco Espadas existen y que ha organizado una
expedición para buscar una de ellas. Los reyes de Hanrod y Landor, habiendo
oído historias del poder de las espadas,
se interesan de inmediato del asunto. Los reyes prometen intervenir en la
guerra contra Sharpast si la expedición encuentra la espada. En ese momento Blanerd presenta a Maorn y explica el por
qué de la importancia del joven: como bastardo del hermano del padre de Mulkrod
lleva la sangre del primer emperador, luego puede empuñar la espada para los Tres Reinos. Tras
acordar una alianza militar contra Sharpast en caso de éxito de la expedición,
el representante de cada reino elige a alguien que participe en la expedición
de la espada: el rey de Hanrod elige al capitán de su guardia: Neilholm; el rey
de Landor escoge a su hermano: Glorm; Nairmar, como representante de Vanion,
decide ir él en persona. Ellos serían quienes acompañarían a Arnust, Halon y
Glorm en la búsqueda de la espada.
Cuando
acaba la reunión, Arnust regresa a su habitación a dormir antes de partir al
día siguiente hacia las Islas Solitarias, pero Glarend, el hermanastro de
Blanerd aparece tras unas columnas y le sugiere que no participe en la
expedición dado que las espadas son una falsa leyenda. Arnust zanja el asunto
diciéndole que no le importa su opinión y que está obligado a buscar una de las
espadas.
Al día
siguiente la expedición parte del puerto de Blangord y tras una larga travesía
llega a las Islas Solitirias, que se hayan abandonadas por la escasez de vida
en la región. Allí desembarcan y se encaminan hacia las montañas donde esperan
encontrar una entrada secreta que les lleve a la espada. Todo ello gracias a un viejo libro que Blanerd le había
entregado a Arnust antes de partir. Mientras marchaban, un misterioso personaje
aparece armado con un arco: Zangord, el guardián de la llave, un viejo y
desarrapado ermitaño encargado de custodiar la espada. Zangord exige que
vuelvan por donde habían venido pero Arnust le asusta con su magia y éste huye.
Pronto
encuentran la entrada que les lleva a la cámara de la espada y se adentran por
interminables túneles bajo la montaña. En una gran sala con tres puertas se
detienen a esperar que Arnust les desvele qué hay en cada una de ellas con
ayuda del libro. Sabiendo que algún peligro les esperaba en todas ellas, un
grupo de voluntario liderado por Nairmar y Halon se adentra por la puerta de la
derecha. Lo que se encuentran allí es una gran sala con un dragón que les ataca
en cuanto les ve. El guardaespaldas del príncipe se lanza a salvar a Nairmar y
sacrifica su vida. El dragón le devora pero los demás consiguen escapar.
Tras
regresar a la sala de las tres puertas, Arnust decide entrar por la puerta
central, donde el peligro que les espera es asequible. Todos entran en un
laberinto gigantesco donde pasan un día entero sin encontrar la salida, pero
Zangord, que les sigue en la oscuridad, les da la clave: sin quererlo el
anciano les muestra un pasadizo secreto por el que escapar del laberinto y
acceder a la sala que da la cámara de la espada. Allí capturan a Zangord y
Maorn encuentra una de las Cinco Espadas. Con la misión cumplida deciden volver
a casa, pero para eso tienen que salir de la montaña y no conocían el camino.
Tras prometer liberar a Zangord si éste les ayudaba a salir de allí, salen de
los túneles y llegan a lo alto de la montaña. Arnust libera a Zangord y
comienzan a bajar la montaña para regresar al barco.
No
obstante, Zangord se la había jugado. El viejo ermitaño libera al dragón que
les ataca desde el aire con fuego. Por suerte, consiguen ocultarse a tiempo en
una cueva y el dragón les pierde de vista. Esa noche los marineros del barco
encienden una hoguera en la playa para calentarse, pero las llamas atraen al
dragón, que les ataca y quema la embarcación. Sin saber lo que le ha pasado al
barco, Arnust y sus compañeros continúan su camino con sigilo, pero el dragón
les descubre de nuevo y todos huyen ante él. Todos menos uno. Maorn permanece
quieto con su nueva espada en la mano. Se siente diferente, no tiene miedo. En
un alarde de valor y destreza, consigue abatir al dragón con su nueva arma. Sus
compañeros, al ver cómo sucede todo, comprenden que Maorn empuña realmente una
de las Cinco espadas y se dan cuenta del poder de ésta.
Con el
barco en llamas, los miembros de la expedición se quedan atrapados en la isla
sin expectativas de poder escapar. Sin embargo, esa misma noche localizan un
barco de velas negras. Pronto comprenden que se trata de un barco de Sharpast y
que éstos buscan también la espada. Con la sorpresa de su lado, emboscan a los
soldados que de Sharpast en un sendero de la montaña, acabando con todos menos
uno: uno de los hermanos del emperador, Mencror, que es hecho prisionero. Antes
del alba asaltan el barco y lo toman por la fuerza, partiendo con su nueva
embarcación hacia Lindium.
Cuando
regresan y muestran la espada al rey de Hanrod, éste cumple su palabra y
prepara sus ejércitos para la guerra. Es en ese momento cuando se enteran de la
caída de Sinarold. Los miembros de la expedición se separan y siguen sus
caminos: Neilholm regresa a casa con su familia y retoma sus funciones como
capitán de la guardia del rey. Glorm regresa a Landor para asegurarse de que su
hermano, el rey, cumple también su palabra. Arnust regresa a Oncrust con Halon,
Maorn y la espada. Nairmar vuelve a Vanion acompañado de dos escoltas escogidos
por su padre: Hernim y Dulbog, dos soldados veteranos. Durante el viaje de
regreso a casa son asaltados por unos bandidos, pero les dan una lección y
siguen su camino.
Finalmente
Nairmar regresa a casa y ve a su padre, le cuenta todo lo que ha pasado pero el
rey de Vanion está muy disgustado con su hijo. Como buen padre le perdona y
continúan los preparativos para la guerra. Nairmar conoce a Malliourn en ese
momento y su padre le presenta como nuevo general de los ejércitos de Vanion,
para sorpresa de Nairmar, que esperaba ocupar el cargo. Nairmar puede descansar
por fin, pero antes va a ver a su amante, la única mujer que ama: Nerma, una
doncella de palacio.
Hernim
y Dulbog dejan su cargo en la guardia del rey para entrenar a las levas de
campesinos que se unen al ejército y los preparan para la guerra.
Tras
meses de preparación, los ejércitos de Lindium se agrupan en un puerto costero
donde preparan la invasión. Los reyes, generales y magos deciden la estrategia
a seguir para doblegar al Imperio. Deciden atacar por sorpresa y dirigir al
ejército a la capital del imperio para dar un golpe de efecto que termine la
guerra con prontitud, acabando con Sharpast de una vez por todas. Antes de
partir a la guerra, Nairmar pasa su última noche con su amada, Nerma, donde le
jura amor eterno y le asegura que volverá para estar con ella.
Mientras
en occidente conspiran contra Mulkrod, éste regresa con su ejército a la
capital de su Imperio, donde celebra un desfile triunfal con sus soldados, los
prisioneros capturados durante la campaña y con los tesoros obtenidos durante
los saqueos. Tras la ceremonia el emperador regresa a su palacio donde es
recibido por sus hermanas y sus consejeros. Demasiado cansado para escucharles
decide dirigirse a su habitación, pero allí le espera uno de sus espías que le
informa del inminente ataque de los ejércitos de Lindium, del hallazgo de éstos
de una de las Cinco Espadas, y la
captura de uno de sus hermanos. Furioso, Mulkrod jura venganza. Al día
siguiente informa a sus otros hermanos: los gemelos: Marmond y Menkrod, de todo
lo que el espía le reveló y tras reunirse con sus consejeros y generales,
inician los preparativos para defender el Imperio de los agresores. Por la
tarde, el emperador recibe a una embajada de Vanion que le declara la guerra.
Mulkrod, sonríe satisfecho. Por fin tiene la guerra que tanto había deseado.
Los
ejércitos de la coalición de Lindium desembarcan en el Imperio, en concreto en
las tierras de Tancor, tomando tras un ataque nocturno la ciudad portuaria de
Rwadon, que de inmediato pasa a convertirse en su base de operaciones. Hernim y
Dulgob tienen un papel fundamental en la toma de la ciudad. En Rwadon Malliourn
decide abandonar el ejército aliado para buscar a la resistencia de Tancor en
el Bosque Maldito para conseguir ayuda para la campaña, dejando a Nairmar al
mando de las fuerzas de Vanion dentro del ejército aliado. Tras días de
preparativos el ejército parte en dirección al corazón del Imperio esperando
sorprender al enemigo, pero no saben que éstos ya se están preparando para la
guerra.
Al
norte, el general Darwast queda designado gobernador de Sinarold, con un
ejército de pacificación de cincuenta mil hombres. Un día recibe una carta del
emperador en la que le ordena que envíe su ejército al sur para ayudar en la
defensa del Imperio. Darwast acude de inmediato en ayuda de su amigo, pero
tenía un largo camino por delante.
Malliourn partió de Rwadon antes de que el ejército avanzara hacia la capital de Sharpast junto a Darm y seis escoltas más. Tenían que encontrar a la resistencia de Tancor para conseguir su ayuda. Durante semanas viajaron de incógnito por territorio enemigo hasta llegar a los lindes del gigantesco Bosque Maldito, en el que se adentraron. Después de largos días de agotadora y agobiante marcha por el interminable bosque, los miembros de la resistencia les capturaron y condujeron a su guarida en las montañas. Allí Malliourn fue conducido en presencia de la reina del bosque y líder de la resistencia: Elisei Atram. En un principio es considerado un soldado imperial, pero Malliourn consigue convencer a la reina de quién es realmente. Después de mucho deliberar, la reina del bosque no está dispuesta a ayudar a Malliourn ni a los ejércitos de Lindium, aunque luchen contra un enemigo común, pero al menos accede a dejar salir del bosque a Malliourn y sus compañeros y permite que un grupo de voluntarios se una al ejercito de la coalición. La reina y general se quedan unos momentos a solas y sus miradas conectan y se besan. Ambos mantienen un romance breve pero intenso esa noche, justo antes de partir Malliourn. Al día siguiente Malliourn abandona la guarida de la resistencia con sus hombres y cincuenta voluntarios liderados por un joven oficial llamado Umdor. Tienen que llegar a tiempo antes de la gran batalla con Sharpast.
El
ejército de la coalición de Lindium continuó avanzando por tierras del imperio,
pero en las Colinas de Hast halló por primera vez una resistencia seria por
parte del enemigo. Un pequeño ejército imperial, compuesto por unos pocos miles
de hombres, les cortaba el paso en un puesto fortificado con empalizadas y
fosos. Era necesario derrotar aquel ejército para poder proseguir sin que
corriera peligro la línea de aprovisionamiento. Pero un ataque frontal
provocaría muchas bajas que no podían permitirse. A Arnust se le ocurrió la
forma de hacer salir al enemigo del campamento fortificado sin sufrir bajas:
bombardear el campamento con ánforas de brea que esparcieran el líquido por
todas partes para rematar con fuego. Así sucedió: las catapultas lanzaron todas
las ánforas de brea y los arqueros arrojaron proyectiles incendiarios para
provocar un incendio que creara el infierno allí. El fuego lo consumió todo y
los soldados de Sharpast tuvieron que escapar del humo y las llamas, siendo
atacados por las tropas de Lindium, que les masacraron.
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